sábado, 19 de mayo de 2012

¿Qué significa que el tiempo mesiánico es el tiempo que resta?


Por Daniel Barreto y Juan Francisco Comendador

Agamben trata de subrayar, en su lectura de san Pablo, la diferencia entre tiempo mesiánico y escatología, entre el tiempo del final y el final del tiempo. El intento de representar linealmente el tiempo del final, el tiempo mesiánico es siempre fallido. Es imposible, por la propia naturaleza de este tiempo, su representación en segmentos.
Para dar cuenta de esa imposibilidad de representación, Agamben echa mano de una categoría lingüística, el “tiempo operativo”. Con ello nombra el tiempo que empleamos en la representación lineal del tiempo, es decir, el tiempo irrepresentable que conlleva toda representación. Se trata de señalar con ese tiempo un desfase, una diferencia entre la línea del tiempo cronológico y el individuo que cada uno somos. El tiempo mesiánico, como tiempo operativo, no es un suplemento o complemento del tiempo cronológico, sino una distancia temporal respecto del tiempo lineal. Esa distancia somos nosotros mismos. El tiempo mesiánico es la relación de “cómo no” (hos me) con el tiempo cronológico.

Aunque Agamben no es explícito en este punto, creemos que la clave para comprender el desfase del tiempo mesiánico que somos es la posibilidad de actuar (llamar “operativo” a este tiempo no es casualidad). La acción que introduce una novedad en el tiempo es la prueba de un desfase intertemporal respecto del tiempo cronológico. La acción ética genera una novedad en el tiempo. La actualidad procede del acto. La palabra francesa para “ahora” (maintenant) significa etimológicamente “mano tendida”.

Si el hombre vive plegado al tiempo cronológico, no puede actuar. Para comprenderlo, aunque Agamben aquí no lo menciona, hay que contraponer el tiempo mesiánico con el tiempo circular del eterno retorno, con el tiempo indefinido del progreso o con la ausencia de tiempo de los gnósticos. En todas esas formas el tiempo desparece, el tiempo queda anulado en presente eterno. Solo un tiempo con principio y final es un tiempo que permite actuar.

El tiempo mesiánico es el tiempo que hace posible actuar. ¿Por qué? La fe en el Mesías resucitado abre la esperanza en la redención. La esperanza en el final conlleva:
1.La percepción del sufrimiento del mundo como injusticia o , dicho de otra manera, la percepción del sufrimiento como sufrimiento y no como orden natural.
2. La exigencia de acabar con ese sufrimiento, es decir, la exigencia de adelantar el final. El amor al prójimo busca traer al presente el final, ser un signo en el presente del final.

Por eso, fe, esperanza y amor (en tanto acción que introduce novedad en el mundo) son las formas de la existencia mesiánica. Las formas existenciales propias del tiempo del final. Fe en el Mesías, esperanza en la parusía y amor como anticipación del reino. Puede decirse que fe, esperanza y amor son formas de vivir el tiempo. Son la temporalización del tiempo, la apertura del tiempo. También cabe afirmar que son el “sentido” del tiempo humano. Sin fe, esperanza y amor ¿no pierde el hombre el kairós y se vuelve mero elemento del mito, del progreso o del eterno retorno?



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