miércoles, 22 de marzo de 2017

Antidio Cabal: Una filosofía del futuro


 Daniel Barreto

La escritura de Antidio Cabal (1925-2012) busca el punto de extrema intensidad en el que se cruzan poesía y filosofía. Ahí podría darse la apertura del pensamiento más allá de sí mismo, a un mundo que no fuese del todo traducible a la idea. Era ese el plan de Feuerbach cuando abogaba por una “filosofía del futuro”. Por eso, en el ensayo preliminar del libro Parasangas, editado ahora en el mismo volumen que el poemario Atmósfera (Tamaimos, 2016), Antidio Cabal comenta con lucidez a Feuerbach y cita sus “Tesis provisorias para la reforma de la filosofía”: “La cualidad real precede a la cualidad pensada”. Y de ahí también su proximidad tácita a María Zambrano, con quien comparte resistencia espiritual a la dictadura franquista. La razón poética que esbozó la pensadora nómada intentó romper la fijación en el “ser ideal” y atender a la “fluyente, movediza, confusa y dispersa heterogeneidad, que es el encuentro primero de toda vida”.
            La tradición filosófica dominante en Occidente ha sido el idealismo, el proyecto de reducción de la pluralidad del mundo a la unidad de la idea, instalada ilusoriamente fuera del tiempo. Esta reducción no es solo un asunto teórico, está en el fundamento de las prácticas que han hecho posible, en la modernidad, la explotación industrial del planeta. Su requisito filosófico fue concebir la naturaleza como una suma de partes mudas con relaciones mecánicas, una fábrica destinada a producir combustible y, a día de hoy, organismos genéticamente modificados.
            Para combatir el idealismo ayudaría el trato con la palabra poética, anclada en la sensibilidad, atenta a la diversidad del mundo y su proliferación en la fantasía. Pero no se trata de diluir la filosofía en poesía, sino de pensar de otro modo. Para Cabal, alumno de J. David García Bacca y Juan Nuño en Venezuela, la opción por la poesía se hace en interés de la propia razón, significa retornar a Grecia, especialmente a tres de los presocráticos: Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes. Ahora bien, convendría cuidarse aquí de semejanzas forzadas. No es una vuelta al estilo de Martin Heidegger y el autoritarismo del origen. Para Antidio Cabal, como cuenta en su antología Campo nublo (1957), el despertar filosófico tiene su culmen en la figura de Sócrates, a quien descubrió en el instituto Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria. No la pregunta por el ser, sino la salvaguarda socrática del hombre, el “conócete a ti mismo”, deslengua su escritura. Y no la humanidad en abstracto —nueva versión del idealismo— sino los seres humanos con nombre propio. Es revelador que, en los años cuarenta, Cabal asocie su descubrimiento de Sócrates a la memoria de los asesinatos cometidos en la Sima de Jinámar. Sabía, como muchos otros, que partidarios de Franco habían arrojado allí a sus víctimas. Crímenes que siguen abiertos, tanto en 2017 como entonces. Aunque las “políticas de la memoria” se empeñen, las injusticias no envejecen. Para el joven filósofo, la lealtad socrática a la verdad estaba unida a la exigencia de justicia.
            La razón aprende que ignorar sus propios límites condujo a las mitologías modernas, al totalitarismo. Como si fuese indispensable la vecindad con lo que desborda la razón para no perderla: “La cordura me acosa/con toda su irracionalidad”, leemos en Atmósfera. La afinidad socrática convierte al propio Antidio Cabal en interpelado continuo del poema. El diálogo interior descubre la diferencia que habita la propia intimidad, sustraída a toda clausura intemporal: “no poseo mi yo como sujeto/una cantidad de mí está fuera de alcance”. Antonio Jiménez Paz, a quien muchos debemos desde hace años la lectura de Cabal, ha subrayado la radical expresión del “yo único” en sus poemas. Creo que la motivación era ética: resistir al autoritarismo que convierte al individuo en simple cantidad sacrificable.
            La palabra poética podría afinar el sentido temporal de la filosofía. El tiempo, como se sabe desde Kant, es una de las condiciones de la experiencia. Precisamente, la relatividad humana del tiempo es el ostinato de Parasangas. La objetividad marcial de los relojes coopera con el idealismo, degrada el tiempo humano a espejismo. En cambio, la “parasanga” de Jenofonte era una medida humana abierta a las diferencias de espacios y tiempos sociales. De ahí que el esfuerzo de escritura consista en impugnar el desdoblamiento jerárquico de la vida entre lo sensible y la esencia. La poesía podría inspirar una filosofía que no despreciara a cada ser humano único en nombre de ídolos abstractos, sean el Crecimiento, el Progreso, la Razón de Estado o el Capital.

            Las fuerzas para esa colaboración son exiguas. Hoy la filosofía es desterrada fuera de la sociedad de la mercancía o condenada a muerte, como hicieron con Sócrates. Urge cuidar los lugares donde irá a refugiarse para resistir, más o menos clandestinamente, hasta que despunte un futuro mejor. La poesía de Antidio Cabal es uno de esos refugios.



lunes, 20 de marzo de 2017

La complejidad posmoderna, por Sonia Mauricio

La doctora en estética Sonia Mauricio, participante también en el grupo CRYSOL de nuestro Departamento de Filosofía del ISTIC, impartirá el jueves 23 de marzo la conferencia "La complejidad posmoderna y otras cuestiones" en el Aula Manuel Alemán de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, a las 19:30 (aula de Piedra del Rectorado, c/ Juan de Quesada, en Vegueta).

Como indicó la ponente en el último encuentro de CRYSOL, durante le mes de marzo no hemos tenido sesión de estudio del grupo y la ocasión de escuchar a Sonia es inmejorable para vernos y seguir en el diálogo, la reflexión y la crítica compartida.

El próximo encuentro de CRYSOL es el 6 de abril.