Daniel
Barreto
Agamben
presenta dos interpretaciones contrapuestas del pasaje del Génesis en el que
Adán y Eva se avergüenzan de su desnudez. Por un
lado, la interpretación dominante en la historia de la teología, formulada por
San Agustín. La desnudez es la mera corporalidad abandonada por la gracia
después del pecado del origen. Antes de la expulsión del paraíso, el hombre
está vestido de gracia. Esa gracia sustrae al hombre de su condición animal.
Una vez arrebatada la gracia, el hombre se avergüenza de su parte animal, que no
puede doblegar a voluntad.
Esta
supeditación de la naturaleza a la gracia es análoga a la que Agamben describe
entre derecho y nuda vida. La relación de dominio incurre, para el filósofo italiano, en una
contradicción. La corrupción y la muerte entran en el mundo a causa del pecado.
Pero, al mismo tiempo, al identificar un vestido de gracia, se reconoce que en
el paraíso había una naturaleza previa a la gracia. En esta contradicción
detecta Agamben el sentido dominador de la relación entre el orden natural y el sobrenatural,
la concepción de la naturaleza como una función exigida por la gracia.
El rechazo del cuerpo y la
naturaleza como materiales inferiores y degradados guarda relación con el
dispositivo de la desnudez en su sentido teológico. Del mismo modo, en la
modernidad secularizada, la relación entre moda y desnudez oculta un trasfondo
teológico. La moda hereda la gracia divina que salva la corrupción del cuerpo. Las
presuntas subversiones de esta comprensión de la desnudez a menudo la refuerzan
o reproducen su dispositivo. Así el sadismo. El sádico busca despojar al cuerpo
de su gracia, reducirlo a mera corporalidad funcional, a "nuda vida". Pero sin la referencia
implícita a lo que se opone al cuerpo, su acción quedaría neutralizada.
(En el centro, Basilio el Grande)
La otra interpretación del pasaje del Génesis la traza Agamben a través de referencias a Pelagio, Basilio el Grande, el Maestro Eckhart, la psicología medieval y, sobre todo, Walter Benjamin. Para Pelagio, el pecado no sería una herencia universal. La gracia estaría dada en la naturaleza humana misma y cada hombre podría elegirla libremente. El profesor de Antropología Teológica, Juan Francisco Comendador, explicó la polémica de San Agustín contra Pelagio y el papel que ha desempeñado la acusación de pelagianismo en la historia de la teología.
Para
Basilio el Grande y la tradición oriental, la desnudez tras el pecado no significa el descontrol de la libido, sino la pérdida de la contemplación de
Dios y el paso a una relación utilitaria con el mundo y los hombres. Las pieles
que deben llevar Adán y Eva significan el conocimiento instrumental y el
trabajo, el abandono de una relación amorosa de contemplación con Dios. Escribe Agamben:
"La caída no es la caída de la carne, sino de la
mente; la inocencia perdida y la desnudez no conciernen a un cierto modo de
hacer el amor, sino a las jerarquías y las modalidades del conocimiento".
La
teóloga Beatriz Naranjo sugirió en su interpretación del ensayo que esa caída
en la dimensión del conocimiento podía identificarse en la modernidad con la
ideología del progreso y con la sociedad industrial.
Agamben
subraya el sentido de la desnudez en la psicología medieval. Ahí la desnudez remite a la imagen despojada de lo
sensible, a la imagen como esencia. Esta imagen no es una
representación de la cosa en la mente, sino la vibración, el temblor de la cosa
en el hombre. La desnudez remite a la vida de la cosa en la mente humana.
Según Walter Benjamin, la belleza
implica la relación entre el velo y lo velado, es la seducción de un misterio.
Pero en el rostro humano esa relación se neutraliza. El rostro aparece como el
bien que no esconde ningún secreto. La desnudez sustraída al dispositivo teológico rompería la separación entre velo
y secreto. Lo que Agamben intenta es pensar la desnudez fuera de la
onto-teología, fuera de la metafísica. La metafísica, en tanto separación entre
esencia y apariencia, queda desactivada en el rostro como aparición del bien.
La interpretación que propone
Agamben del Génesis parece basarse en la teoría del lenguaje de Walter
Benjamin. La caída sería una pérdida
de la capacidad para escuchar la esencia lingüística de la creación. El lenguaje
post-adánico pretende imponer un nombre arbitrario a las cosas, sin tener en
cuenta su esencia. La imposición violenta del nombre se identifica con la
explotación de la naturaleza.
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