Gerardo Valbuena Aboid
Vemos como
el mundo de hoy niega a Dios o incluso a la transcendencia, reduciéndolo a una mera
fantasía; promulgando los ideales de un vitalismo absoluto y materialista:
“vivo el aquí y el ahora pues no hay nada después de la muerte, solo existe lo
que puedo ver o controlar”.
Gran parte
de las teorías no creyentes que escuchamos hoy soy herederas de los “maestros
de la sospecha”: Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud y el reciente
libro, escrito por el filósofo y teólogo Francesc Torralba, es una breve y
clara introducción a ellos. Exponiendo el pensamiento de estos tres autores que
contradijeron las grandes verdades incuestionables de una forma amena, bien
estructurada y, en definitiva, pedagógica. Todo ello con una gran mirada
crítica y animando a una lectura sin juicios preconcebidos y armados con una mente abierta ya que, aunque sean “huéspedes
inquietantes” que critican a temas tan valiosas del pensamiento como es la
historia, el hombre o Dios, nos podrá ayudar a comprender un poco mejor a la
filosofía contemporánea y las raíces de la mayoría de los ateísmo actuales.
El autor también nos advierte que el padre de esta filosofía de la sospecha se le puede atribuir a Ludwing Feuerbach, con su filosofía materialista y totalmente crítica con la religión. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que la filosofía es sospecha continua, desde el comienzo de la historia, la filosofía es quien se ha atrevido a pensar y polemizar cuestiones sagradas e incluso derrumbarlas.
Torralba
empieza con Marx y su visión antropológica del hombre como “materia en
movimiento”. Con esta visión materialista del hombre rompe con el dualismo
griego de alma-cuerpo y de la tradición judeocristiana (basar, nefesh y ruah). Es un hombre inserto en la
historia, movida por la lucha de clases entre dominante y dominado. No es más
que un mero resultado de condicionantes.
El hombre es
por naturaleza un ser autónomo. Es un ser llamado a la libertad y la idea de
Dios ahoga esta independencia del ser humano. Aun así, el hombre en una
sociedad injusta necesita un consuelo donde solo la puede encontrar en la
religión.
Continúa el
desarrollo con Nietzsche dándoles el grado del filósofo de la sospecha más polémico. “Dios ha muerto” y así el
hombre podrá volver a construir otros valores nuevos que le permitan llegar a
ser un superhombre (Übermensch), la
superación del hombre a través de la voluntad de vivir.
Destruye la
concepción judeocristiana del tiempo como lineal donde al final de nuestra
historia estaremos en el paraíso para restablecer la concepción griega del
eterno retorno, afirmando esta vida como la única que existe y, por ello,
vivirla al máximo con todos los placeres y deseos que nos apetezcan. Nada y
nadie, ni siquiera Dios, nos deberá evitar ese fin: vivir.
Por último,
Torralba expone a Freud como quien “psicoanaliza” a la conciencia religiosa y
lo critica de reduccionista. El padre del psicoanálisis concibe a un Dios
moralista que no deja que el hombre manifieste sus instintos naturales (ya de
por sí, su propia personalidad tridimensional: yo, ello y super-yo es un
obstáculo para dicho fin).
Es
considerado como uno de los mayores críticos de la religión de todos los
tiempos pues en varias obras les dedica distintas críticas: la religión como
ilusión y proyección de símbolos y configuraciones psíquicas; Dios como un
padre todopoderoso, represor moralista y, por ende, fuente de una neurosis.
Todo este mal que acarrea la religión se derrumbará cuando el hombre llega al
último estadio, al científico (en lenguaje de Auguste Comte).
Finalmente,
Torralba concluye su obra con una nota final titulada “el ateísmo de Dios”
donde nos hace ver que las críticas de la religión que acabamos de ver pueden
ayudar a los creyentes como autocrítica de su relación con Dios y la imagen que
dan al exterior puesto que, como ya hemos visto, estos filósofos hablan de un
Dios moralista y verdugo cuando la mayoría de los creyentes rezan y veneran a
un Dios-amor.
Esta es la
clave del ateísmo, no ver a Dios como expresión de amor. El autor catalán va a
utilizar a teólogos contemporáneos como Hans Urs von Baltasar (1905-1988), de
quien hizo la tesis doctoral en teología y a Henry de Lubac (1896-1991) en esta
última parte de la obra donde desmonta, de alguna manera, el ateísmo expuesto.
Como hemos
podido observar en las distintas exposiciones, el autor nos quiere hacer ver
que con la intención de exaltar al hombre, visto a Dios como un represor de su
libertad y por ello hay que destruirlo en el nombre del humanismo, estos tres
filósofos destruyen al hombre reduciéndolo a algo (no olvidemos que Feuerbach,
padre de estas teorías, es también uno de los grandes representantes del humanismo
ateo). Al final los tres filósofos acaban reduciendo al hombre en pura materia
en movimiento (Marx), en pura voluntad de vivir (Nietzsche) e incluso, se
difumina tanto que destruye la humanidad del hombre viéndolo como una bestia
reprimida donde prima los instintos más primitivos y carnales. En conclusión, al
igual que Torralba, cito a Henry de Lubac denunciando el ateísmo ateo afirmando
que “cuando el hombre organiza la vida sin Dios, la organiza contra el hombre”
(El drama del humanismo ateo, 1967,
citado en la página 112).
Muy buena recensión,muy completa.Mi felicitación a Gerardo Valbuena por tan magnífica exposición.
ResponderEliminarHola lo que pasa es que quisiera saber mas de freud sobre el conflicto de las interpretaciones
ResponderEliminarEntonces te sugerimos que leas a Paul Ricoeur, especialmente su trabajo sobre Freud. Saludos y gracias por el comentario
ResponderEliminar