Daniel Barreto
Bitácora de Nueva Inglaterra
(Anroart, 2013), último libro de Sergio Domínguez-Jaén, es un cuaderno poético
dedicado a sus viajes por Estados Unidos, Grecia, España, Italia, Argelia,
Turquía, Israel, Japón y muchos otros países entre 1998 y 2011. ¿Qué significa
en estos poemas el viaje? El propio Domínguez-Jaén nos pone sobre la pista: «En
todo viaje hay un despertar a la otredad, como dice Emmanuel Levinas. Y en esa
consideración del otro y su cultura me encuentro con un nosotros hallado en
mínima diferencia que en ocasiones nos distancia de lo que no entendemos, pero
que podemos amar y solicitar» (p. 122).
Ciertamente,
Levinas distingue dos arquetipos de
viaje en la cultura occidental: el de Ulises y el de Abraham. Ulises emprende
un viaje de regreso. El fin de su itinerario es llegar a ser quien se es,
desplegar plenamente la identidad. En cambio, Abraham sale a lo desconocido. La
promesa no augura reconciliación ni vuelta a casa, sino desierto y apertura
radical a lo nuevo. En los poemas de Domínguez-Jaén se cruzan ambos modelos, pero
prevalece el bíblico. Y es así porque el conocimiento no es en realidad la condición
para amar. Insertar al otro en las coordenadas de mi conciencia significa despojarlo
de su alteridad. Plenamente conocido quiere decir, en el fondo, asimilado. La
relación con el otro implica una distancia que no debe ser apropiada sino «solicitada».
Ahora bien, los viajes recogidos en Bitácora de Nueva Inglaterra no son sólo
a otros lugares, sino esencialmente al pasado. Jerusalén, el Monte Olimpo,
Roma, Tinduf, el monte Fuji, Tiberias, Nazaret y Estambul son espacios de
meditación sobre la historia. Esta, para Domínguez-Jaén, es casi siempre el eco
de las grandes tradiciones religiosas. El escritor contempla el paisaje de la
diversidad religiosa de la humanidad y se ejercita en la meditación poética. La
diferencia que señala el filósofo Walter Benjamin entre pensamiento y meditación
resulta clarificadora aquí. Si el pensamiento busca una nueva captura, la
meditación se demora en lo ya pensado, intenta recordar respuestas olvidadas.
El meditabundo, en actitud receptiva, merodea la cuestión con la esperanza
puesta en la memoria. En ese sentido los poemas de Bitácora de Nueva Inglaterra son verdaderas meditaciones poéticas.
¿Emerge finalmente una respuesta del
libro? Varios poemas de Bitácora de Nueva
Inglaterra sugieren al menos esta: los excelsos «documentos de cultura»
pueden ser puestos en cuestión por la presencia de un solo hombre que sufra
injusticia. La escritura de Domínguez-Jaén se deja solicitar por esa presencia.
Sólo así la poesía y lo que en general llamamos «cultura», podrán superar el
actual riesgo de verse reducidas a mera industria de entretenimiento, indiferencia
y olvido.
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