Agustín
Ortega Cabrera
Hace
poco, se ha celebrado en el Instituto Superior
de Teología de las Islas Canaria (ISTIC, Sede Gran Canaria) las XII
Jornadas de Teología, que han tratado sobre la realidad de la educación. En
estas jornadas, se han presentado claves y perspectivas muy interesantes e
importantes para promover una educación humanizadora, crítica, ética y
liberadora. Queremos recoger y profundizar estas claves de dichas jornadas con
la aportación propia del Papa Francisco, en especial, lo que es su enseñanza
(doctrina) social y moral (DSI), su ética y pensamiento social que pude
fecundar a esta educación integral. Actualmente, se vienen realizando estudios
e investigaciones muy cualificadas sobre el Papa Francisco, sobre su
pensamiento y teología con sus raíces e influencias como los realizados por R.
Luciani y otros compañeros o amigos del Papa como los argentinos C. Galli o
J.C. Scannone, jesuita que fuera formador del Papa.
En
estos estudios u otros, se analizan estas raíces del Papa como es la conocida
teología del pueblo o de la cultura, una de las corrientes significativas de la
teología latinoamericana liberadora, con autores como L. Gera o R. Tello; o
también como Santo Tomás de Aquino ha marcado el magisterio del Papa Francisco.
En base a estas investigaciones y publicaciones, podemos mostrar las claves
sociales y éticas que nos proporciona el Papa Francisco para una pedagogía
humanista, solidaria y global. El Papa nos transmite el corazón de la fe, la
alegría y buena noticia del Evangelio que nos trae una ética marcada por la
caridad, el amor fraterno, la misericordia compasiva y la justicia en la
equidad con los pobres de la tierra. Como nos transmite en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”.
El
Papa nos enseña la ecología integral. Con la ética del cuidado y de la justicia
en el desarrollo personal (ecología mental), en las relaciones con los otros y
con los pobres (ecología social), con el hábitat o naturaleza (ecología
ambiental) y con Dios (ecología espiritual). Esta ecología integral supone la
bioética global que cuida, defiende y promueve la vida en todas dimensiones y
fases, desde el inicio de la vida con la fecundación-concepción hasta el final,
en los ámbitos culturales, políticos y económicos. Es la ética de misericordia
compasiva que asume en las entrañas del corazón el clamor de los pobres y de la
tierra, de la vida dañada, maltratada e injusticia que padecen los pobres y las
víctimas. Como son los trabajadores explotados y en paro, los migrantes y refugiados,
los campesinos e indígenas, la mujer, el embrión-niño no nacido y los mayores,
las víctimas de la esclavitud infantil, de la trata y de la corrupción, etc.
Tal como nos muestra en su Carta encíclica
“Laudato Si”.
Una
ética profética y crítica que se opone a todos estos males e injusticias que
van en contra de la vida y dignidad de las personas, que impiden el bien común.
Tales como las desigualdades e injusticias sociales-globales, ejercida por los
ricos sobre los pobres con el neoliberalismo y capitalismo dominante, que
genera el desempleo y el trabajo basura, la explotación laboral y la esclavitud
infantil, que alimenta la violencia, el negocio de las guerras y su industria
de muerte con las armas; que provoca la destrucción ecológica con su productivismo
y consumismo depredador del planeta, que genera la trata de personas. Y lacras
como la prostitución o las drogas, la violencia contra la mujer, el aborto
o la eutanasia.
Se
visibilizan así los principios sociales y éticos en la imprescindible cosmovisión
de la realidad, como es la humana o social e histórica, que tiene la prioridad
sobre la idea. Una mirada universal (católica) a la realidad global, que es en
la que nos encontramos, ya que el todo es mayor que la parte. Y que contempla
la realidad diversa y dramática de confrontación o conflicto entre el bien y el
mal, la justicia e injusticia, la gracia del amor y el pecado personal con sus
estructuras sociales de pecado, el pecado estructural con esta economía que
mata. Lo que es vencido por la solidaridad de los pueblos y la equidad con los
pobres, para que la unidad supere al conflicto.
Como nos manifiesta el Papa en sus significativos mensajes con los
“Encuentros con los Movimientos Populares”, las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos de sus procesos
de desarrollo, emancipación y liberación integral. Son los protagonistas de las
luchas por la paz y la justicia. El tiempo es así superior al espacio con estos
procesos liberadores, frente a todo paternalismo asistencialista y espacios de
poder-elitismos. Con los proyectos trasformadores de las causas de la
desigualdad, inequidad e injusticia, del pecado personal y estructural. En una
liberación integral de estos sistemas económicos y políticos perversos e
ideologías alienantes, con sus ídolos del poder y del dinero-riqueza (ser
rico). Es la crítica y denuncia profética de esta economía que mata y su
fetichismo del dinero. Una dictadura de la economía, del mercado e idolatría
del capital, de la propiedad y de la competitividad que, como falsos dioses,
sacrifican en su altar (el del beneficio-ganancia) a las víctimas de la
historia.
Frente
a esta globalización del capital, el Papa Francisco con la DSI nos enseña los
principios y valores como el promover la mundialización solidaria del trabajo
decente con un salario justo, con condiciones laborales dignas; con el destino
universal de los bienes, los derechos de una justa distribución de los
recursos, que tiene la prioridad sobre la propiedad. Se trata de la ética que
orienta a la política que, al servicio del bien común, controla a la economía,
regula al mercado y a la empresa al servicio de las necesidades, las
capacidades y ecología integral de los pueblos. Se realiza así una auténtica
economía de comunión y del bien común, una economía social y cooperativa. En
una real democracia económica y ética de la empresa, una verdadera
responsabilidad social corporativa, que promueve el comercio justo y la banca
ética, un sistema financiero y bancario equitativo; frente a la economía
financiera-especulativa que convierte al mundo en un casino global con la
mercantilización de la vida. Es un sistema bancario usurero con sus hipotecas,
créditos e intereses abusivos e injustos.
La
usura que es pecado, que endeuda, arruina y destruye a las personas, a las
familias y a los pobres, que hace negocio y especula con las necesidades
(sangre) de los más empobrecidos. Frente la civilización del capital y de la
riqueza, hay que impulsar la de la pobreza, cuyo símbolo-sacramento real es la
iglesia pobre con los pobres. Una vida austera y sobria en la solidaridad, en
la pobreza evangélica. Con la comunión de vida, de bienes y luchas por la
justicia con los pobres, que pone el ser-solidario sobre el tener. Es la vida
en misión y salida, no auto-referencial, en el decrecimiento solidario hacia
las periferias, hacia los otros y empobrecidos sobre el poseer; frente al
productivismo y consumismo materialista que destruye la vida de las personas,
de los pobres y del planeta.
El
Papa Francisco nos muestra así el humanismo integral y una antropología sólida,
global con los valores y principios básicos del respeto y cuidado de la vida en
todas sus formas y dimensiones. La promoción de la dignidad y el protagonismo
de las personas, los pueblos y los pobres. Como nos enseña en su Exhortación apostólica post-sinodal “Amoris Laetitia”, es la
alegría y belleza de ese amor fecundo que se expresa con la diversidad,
complementariedad y entrega mutua en la comunión de un hombre con una mujer que
da vida en el matrimonio, familia e hijos. Lo que procura el bien conyugal,
familiar y social, el bien común. La familia que es escuela de valores y
virtudes, de sociabilidad y solidaridad en el compromiso por el desarrollo
integral, la paz y la justicia con los pobres. El Papa también subraya, en sus
“Mensajes para la Jornada Mundial de la Paz”, el diálogo y encuentro entre las
diversas culturas, religiones e iglesias para que vayan contribuyendo a una
espiritualidad fraterna. Con una cultura de la paz y no violencia, una
convivencia solidaria en el compromiso por un mundo mejor, más justo y amable
que promueve el desarrollo humano, ecológico e integral en la equidad con los
pobres.
Tal
como nos enseña asimismo el Papa Francisco en sus documentos por el Jubileo de
la Misericordia, “Misericordiae Vultus” y "Misericordia
et Misera", en toda esta ética prima la caridad y
misericordia. Por la que se acoge al otro con sus límites o fragilidades, que
integra la diversidad en la unidad, en la verdad, el amor y el respeto al otro,
a su vida y dignidad. Una ética del
diálogo y encuentro con los otros, con la razón, las ciencias y la vida
cívica-política que contribuye a la paz social, al bien común. Basada en estos
principios y valores primordiales que nos constituyen como humanos, que respeta
la naturaleza humana y ecológica. Con esta ética y antropología integral que
muestra a la persona en su desarrollo global, realización y felicidad. Como se
observa, estas claves expuestas que nos presenta el Papa Francisco, con toda
esta formación social y ética sólida, hacen posible una educación integral.
Agustín Ortega Cabrera es
Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Departamento de Psicología
y Sociología, ULPGC), Experto Universitario en Moral, Doctor en Humanidades y
Teología (UM-ITM). Profesor e investigador de la Pontificia Universidad
Católica del Ecuador y en el Centro Universitario de Estudios del Seminario
Diocesano de Ibarra. Investigador en la Universidad Loyola Andalucía.
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