Resumen de la sesión dedicada a El nuevo espíritu del capitalismo. Grupo CRYSOL
A continuación expondremos
brevemente la obra El nuevo espíritu del
capitalismo de L. Boltanski y E.
Chiapello a partir de las guías de lectura que desde nuestro equipo de
investigación CRYSOL se han propuesto como es la crítica a una sociedad que
impone categorías que aíslan socialmente al ser humano y ver una solución a
partir de la solidaridad.
En esta obra vemos un muestra de
la sociología crítica de Boltanski (la sociología por sí misma es crítica). Nos
encontramos ante un análisis del capitalismo en sus distintas fases y sus
respectivas críticas, enfatizando más estas últimas.
Los autores dirán que has dos tipos
de definiciones del mundo social dependiendo del término en que se lean: por un
lado, el de “clase”, que se utiliza para hacer lecturas macrosociales.
Podríamos decir que está categoría está obsoleta pues la sociedad del clase se
ha disuelto con el nacimiento de la “clase media”. El trabajo social consiste
en reinsertar a aquellos ciudadanos que están
por debajo de esta clase media. Por otro lado, existe el término “red”
que se utiliza para hacer una lectura microsocial. Divide la sociedad en dos: los
incluidos, aquellos que están conectados por otros, ligados a una cadena que es
la sociedad, y los excluidos, aquellos que han roto sus vínculos con los demás,
han sido enviados a los márgenes de la red, son inútiles para el mundo.
Este modelo de red se iniciará en
los años ochenta como una nueva dinámica capitalista basada en la explotación
entendida como diversas formas de alejamiento con respecto a la esfera de las
relaciones laborales, siendo los excluidos los parados de larga duración que no
consiguen beneficiarse del Estado de bienestar y el progreso económico.
Esto conlleva un problema en la identificación de la víctima. En el modelo
de clases, la explicación de la miseria del proletariado descansaba en la
designación de una clase (burguesía), ellos serían los responsables de la
explotación. Sin embargo, el modelo de la exclusión permite señalar una
negatividad sin pasar por una acusación: los excluidos no son las víctimas de
nadie por lo que se sustituirá la denuncia por el sentimiento: hay que ser
solidarios pero ¿quién es el verdugo?
Estamos ante lo que los autores
llaman el tercero espíritu del capitalismo. El primero, del siglo XIX, es un empresario
fuerte y omniabarcador. Entre guerras conoceremos el segundo espíritu, la empresa
centralizada. En el “tercer espíritu del capitalismo” se rechaza cualquier apunte jerárquico o de
centralización. El modelo de empresa es de equipo autoorganizado y su
herramienta es el pensamiento positivo (contratación de couchings). Hace una simbiosis con el modelo democrático.
Descrita ya brevemente la
situación actual de la sociedad pasamos ahora a los elementos que comportan la
crítica: primario, el elemento emotivo-sentimental donde reside la fuente de la
indignación y secundario, el elemento reflexivo, teórico, argumentativo, es la
lucha ideológica como tal. La crítica
debe elaborar una traducción de la indignación al marco de las teorías críticas
para proporcionarle en un momento posterior una voz.
Los autores subrayan la
importancia del elemento primario, sumado al enorme protagonismo que juega aquí
el optimismo juvenil, de no aburguesarse en la injusticia. Se enumeran cuatro
fuentes de indignación: como fuentes de desencanto; de opresión; de miseria y
desigualdad y de oportunismo y egoísmo.
Aquí entran los dos grande tipos
de críticas: la artística y la social. Por un lado, la crítica artística
rechaza el desencanto resultante de los procesos de racionalización y
mercantilización del mundo capitalista. Por otro lado, la social trata de
resolver el problema de las desigualdades y la miseria.
¿Cuándo se darán estas dos
críticas de una manera armoniosa, efectiva y equilibrada (la crítica artística
siempre ha estado bajo la sombra de la crítica social, viendo esta última como
más práctica y la artística como más abstracta)? En el famoso mayo del 68.
Vemos por un lado a los
estudiantes, una comunidad que aumentó después de la Segunda Guerra Mundial y
su lucha nace de la indignación de la muerte de sus esperanzas de futuro y
demandan autonomía.
Por otro lado, vemos a los
obreros que luchan contra la explotación capitalista. Es una demanda de
seguridad contra el poder de los monopolios y las oligarquías.
Es en el 68 donde nace una nueva
época para la crítica social que llegará hasta los setenta y ochenta, será una
crítica ofensiva llevada a cabo por la clase obrera por medio de movimientos
sindicales potentes y representativos. Esto se acabará con la llegada de
gobiernos socialdemócratas, los agentes de la crítica se convierte en lo que
han criticado, será a partir de los ochentas cuando veremos una crítica social
que se reduce a ayuda humanitaria y un sindicalismo desorientado y con menos
representación.
Viendo que la crítica social está
en plena crisis y que el espíritu del capitalismo vive una mutación que le hace sobrevivir a esta crítica oxidada, los
autores apuestan por estudiar y enfatizar la crítica artística, tan olvidada
y marginada a lo largo de la historia.
La obra empieza achacando a la
crítica artística de quedarse en los axiomas del siglo XIX (la denuncia de la
moral burguesa, de las estructuras conservadoras, etc.) y de venderse a los
medios de comunicación que tanto espacio le dio sobretodo en la década de los
cincuenta y que incluso ahora se atreven a denunciarlos.
Para salvar a la crítica artística
hay que replantear sus temas fundamentales como son la libertad y autenticidad
partiendo de las nuevas formas de opresión y mercantilización.
Por un lado, la libertad: ¿sigue
teniendo sentido denunciar la falta de libertad en la sociedad de red, de
movilidad ilimitada? La respuesta es afirmativa pues en el seno de esta
movilidad ilimitada se halla la nueva explotación y marginación con que la
crítica artística debe luchar. Esta sociedad de red, el nuevo espíritu del
capitalismo, crea nuevos dispositivos de control. Por lo tanto, la crítica
artística debe frenar el ritmo de las conexiones explotadoras y excluyentes. Es
decir, romper la defensa dogmática que tienen estos dispositivos de control.
Por otra parte, reformular la
crítica para buscar la autenticidad, limitar la extensión de la esfera mercantil para que no exista una
mercantilización de lo humano. Es una exaltación a la dignidad del ser humano
frente a la esclavitud del consumo y la productividad. En este sentido, podría
haber una alianza entre la crítica artística y la ecológica, la cual ve que
todos los seres tienen un valor en sí. En esta alianza también se puede hacer
un hueco a la dimensión antropológica de las tradiciones bíblicas y de formas de
vida comunitaria como las de las órdenes religiosas de la Iglesia, que pueden contener
recursos para una renovada crítica de la sociedad mercantilizada y ser inspiración
para formas de vida alternativas basadas en la solidaridad y la transformación cultural
profunda.
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